viernes, 23 de enero de 2009

Antonio Ávila Jiménez 1898/1958




Antonio Ávila Jiménez (1898-1958). Violinista, diplomático y poeta paceño. Es autor de los poemarios “Cronos” (1939), “Signo” (1942), “Las almas” (1950) y “Poemas” (1957) que le valieron el calificativo de “poeta puro por excelencia”, otorgado por monseñor Quiroz.

“Antonio Ávila Jiménez no necesitaba escribir poemas para ser poeta. Así nos lo demuestra la calidad de su espíritu”, escribió Jaime Sáenz en un retrato en “Vidas y muertes”. Casado en segundas nupcias con Laura Villanueva (Hilda Mundy) fue padre de la poeta Silvia Mercedes.

Escuchando la sobrecogedora obra de Mahler, la canción de la Tierra, el recuerdo de un jardín agreste, al final de Obrajes, acude a mi memoria –con amapolas y girasoles, con un perfume de madreselva, con la diafanidad de Antonio Ávila Jiménez.

Ese sí era un poeta.

La naturaleza, el fuego, los astros y el rayo, el frío y la distancia –todo lo entendía.
Entendía de brujería y de desesperanza; entendía el arte de vivir, y también el arte de morir.

Sabía todo.

Pocas veces se vio espíritu hasta tal punto extraordinario.
Su persona era ya de por sí una atmósfera

–con ojos claros y de mirar profundo.


No había cosa que no le causara honda preocupación.
No había pena ni dolor, ni alegría que no conociera.
Miraba las cosas, y cavilaba. Y con tono patético,

aseguraba que uno enloquecería al sólo percibir el silencio en que sin duda vivía una hormiga –y hablaba largamente sobre las almas, sobre las sombras, sobres las lluvias, sobre el olvido.
Amaba apasionadamente el mundo, por lo mismo que amaba la tierra del altiplano…


(fuente: Saenz, Jaime. Fragmento, de Vidas y muertes)



una vieja canción

oí esta noche,

en un recodo antiguo

de mi mente…

fue en sitio remoto

a la orilla del mar…


Del Libro SIGNO:


I


Dicen que murió en un día
en que el cielo
era azul como el de hoy día

que no fue un día sin número

que salieron diarios;
que lloraron algunos

y que ese día tiene nombre…!

que la sombra del tejado
en aquel día
llegaba en ese instante
al mismo sitio del balcón
que hoy día…


que la leche bullía
y que los niños
comían pan dorado!

¡qué raro que aquel día
No hubiese sido blanco sin pájaros ni dios…!


II


paredes silenciosas
amplias de su recuerdo!

luz del crepúsculo,
hora primera de su presencia…

ya dibujan sus pasos
los senderos se inclinan…

la tarde lleva luto;
los trigales se inclinan;

nostalgias amarillas
suben de los sepulcros

y se acerca la noche
con racimos de angustia…!


III


y se fue con la lluvia…

y se fue con el viento…

y se fue con la luz!

… su espejo familiar

es pupila de muerto!


IV

el día está nublado
la luz en el visillo
es un poema de Verlaine…

vístete con tu traje
de bruma…

me escuchas?

he tocado tus manos
no sé en que lejano pensamiento.

tú vienes cuando llueve…

he visto tu sonrisa
tras las gotas de lluvia…

el día es un poema de Verlaine…


V


morella viene en las noches
de las lámparas azules…!

alta visión de misterio;
cuerpo esbelto de Debussy…

cuando las aves nocturnas callan
morella dice el secreto sin palabras
de las cosas
que serán siempre ignoradas…

es su cintura de luz
anillo de mis vigilias;

es su mirada de sombra
signo abstracto de mis horas…

y sangre de luna tibia
tiene morella en las venas

y cabellera peinada
por dos jóvenes difuntas…

morella viene en las noches
de las lámparas azules…


VI


el silencio es trompo verde
en tu recinto apagado

es mirador de los astros
y cómplice de tus ojos “nocturnos”…

es la pequeña semilla
que germina en la sombra
de tu secreto ignoto
para la luz del alba…

es la pupila atenta
y el violín callado…



VII


los robles centenarios
y los lirios…

el perfume cadáver
de los cirios…

la tenue luz
que hiere la vajilla…

sus párpados cerrados,
el umbral y el silencio…

y estas manos inútiles
que esperan
la mano perfumada
de la raíz profunda…


VIII


con el traje teñido
por vastas lejanías;

con zapato gastado
de zurcir latitudes,

yo sé que en cada puerto
embarcan los recuerdos

fardos que llegarán
en la hora trunca…


IX


he llegado por fin
a tu país de silencio,
de llovizna
y de soles remotos…

he llegado a las puertas
de la palabra sin nombre,
a la vera de tu nombre:
mariposa azul en noche clara!

¿acaso fuimos
algún día de brumas
dos sombras en la pena de los campos?

Di:
¿fuiste tú
O fui tan solo yo…?




plenitud


dicen que en otoño,
las tardes son dulces
como las madres jóvenes;

que hay fragancia
en los campos maduros;
turgencia en los frutos fecundos
Y vino, mucho vino!

yo sólo siento frío
y estoy borracho de vacío…


ser


ser ave; ser vuelo;
ser cuerpo dolido
ser agua y ser cieno

y mar y tormenta
y bosque y llanura
y piedra.

ser orto y simiente
o mejor ser tronco
y savia

y ser luz;
tiniebla que piensa;
secreto guardado
en cofres de sombra:
en tumbas!

ser prana;
ser trigo;
ser dios.



mi país


astas nevadas de ciervo;
montañas: cúspides blancas;
ventiscas de color rosa
en el azul de los campos.

enormes mares de sobra
son las noches estrelladas
y un lente de telescopio
es el lago entre las cumbres.

es mi esencia la conciencia
telúrica de sus campos;
de sus llanos,
de sus horizontes blancos;

de sus palmeras que beben
ansias en copas azules;
del torrente de sus ríos
y el zumo de sus naranjos!

jueves, 22 de enero de 2009

Roberto Echazú 1937/2007






Roberto Echazú. Nació en Tarija en 1937 y falleció en la misma ciudad el pasado domingo 8 de abril. Fue codirector de la revista de cultura Sísifo (Córdoba, Argentina, 1959 – La Paz, Bolivia, 1964). Faja Amarilla de Distinción, otorgada por la Municipalidad de La Paz a su obra Akirame, como la mejor producción literaria del año (1966). En 1984, integró el Jurado del Premio Casa de las Américas. De 1989 a 1992, desempeñó funciones diplomáticas en Cuba. Su nombre figura en Antologías de América. Es autor de un ensayo (Campero Echazú: poeta de la tierra y el árbol, 1977) y de doce libros de poesía: 1879 (1961), Akirame (1966), Provincia del Corazón (1987), Morada del Olvido (1989), Sólo Indigencias (1989), La Sal de la Tierra (1992), Gabriel Sebastián (1994), Humberto Esteban (1994), Camino y Cal (1997), Inscripciones (1997), Umbrales (1998), Memorias cercanas (2000), Memorias Recurrentes (2002), Cercas de Soledad (2003) y Sobre las Hojas del Otoño (2006). Además de una antología publicada por el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), Madrid, 1990, que abarca su obra poética hasta 1989. Toda su obra fue reunida asimismo en 2001 en el volumen Poesía completa.

(Fuente, poetas bolivianos del viernes)



FRAGMENTOS DEL LIBRO:


MORADA DEL OLVIDO/1989

Apenas se defiende la memoria
de las oscuras manos del olvido.
QUEVEDO




SANTIAGO CHAMBI


A Silvia Gil



1

Santiago Chanbi
tiene
un reloj
Santiago Chambi
tiene
un anillo
Santiago
tiene
pero no tiene
un país

Santiago
de los caminos:
hemos perdido
leñas
y
crepúsculos
Santiago
de la noche.

2

Santiago Chambi
viene
de Tupiza.
Santiago
desolado
de los valles
y las valijas
Santiago
de nombre
y sin mujer
Santiago
de Tupiza.

3

¡Qué pena
Santiago Chambi
qué pena
tienen
las hierbas
y
qué pena
tiene
tu voz!
Santiago
de los caminos
qué inútil
es toda desgracia

Santiago
eterno
de los Chambis.



ROBERTO MOLINA


¿Qué piensas
Roberto Molina
después
de saberte
compartido
entre
el viento
y
el olvido?

¿Qué piensas
de la incertidumbre
o
qué piensas
de las cosas
que en tus manos
tuvieron
otros hombres?

¿Qué piensas
del día
en que nadie
te arrebato
la muerte
ni tampoco
nadie
se puso
en tu lugar?

Espadas
o
cuchillos
todo es igual
y convergen
siempre
en la brusca
herida
del olvido.


MARIA BLANCA NAVAJAS


¿Qué arpegio
es éste
que con el viento
nombra
su nombre
en el mar?
¿Y
quién soy yo
para delatar
su nombre
si en una copa
cabe
el color
del mar?

Testigos
somos
que el olvido
yace
borroso
en el bronce
como el infame
aliento
de la muerte
en un espejo
o el oscuro
ultraje
de una pena.




SOLO INDIGENCIAS/1989


Yahveh dijo a Caín: (…) vagabundo y errante
serás en la tierra…

Gn. 4.12



I


Sólo
mis ojos
convertidos
en frío
espejo
sin memoria
ni lágrimas.
Huéspedes
llegados
con el polvo
del rencor.
Y escucho
cómo se levantan
arrastrando
mi sombra
codo a codo
hundidos
descendiendo
adictos
bajo
un cegado
sueño.
Y después
-¿qué distantes
fuegos
aún encienden
sus féretros
de odio
soflama
de mi sangre
que hasta
la noche
hiere?
Si –sumido
fuego
de un destino
cruel
que en nada pesa
su viciada
lumbre.
Mientras
con árida
sonrisa
unge
la muerte
mi lengua
de un mortal
desprecio.


II


En vano
ahora estás
lágrimas
si aún la muerte
invalida
tanta herida
que la nombra
-y siempre
todo es sombra
de lástima
y pesares.
¿Y no es caso
el miedo
que me humilla
de frente
y lacra
en mis ojos
su tenaz
desvelo?
¿Cómo prohibir
esta agonía
de entornada
angustia?
Si este
es mi destino
que en su afán
la muerte
mi nombre
sólo encuentre
en todo
su camino.
Mientras
el estigma
del odio
se consume
en mi sangre
-apenas
Cenizas
de una fragua
vacía
que enciende
en mi alma
sus últimos
destellos.


III


Ni la tierra
y su afán
que oscurecen
los signos
del tiempo
pueden todavía
conjurar
tus palabras.
Acaso
si las escuchas
otra vez
volcando
su rencor
en tu alma
-o tal vez
el miedo
o sólo
indigencias
y el derrumbe
de Dios.
Todo queda
al amparo
del odio:
el dolor
-su trajín
de amarguras-
tu misma
muerte.
Y el silencio
sin dogma
del crimen
interminablemente.



HUMBERTO ESTEBAN/1994



I


1

Con una palabra
tuya se acrecentó
el universo

crecieron
las hierbas
en las márgenes
de todos los ríos
del mundo

se abolió
el aprendizaje
de la escritura
en los niños

y todo fue simple
como al principio.


2

Entre

y
yo
creo
que no existe
nada más
que el dibujo
de un niño
con su bandera
-por ejemplo-
O lo que tú quieras
Después
Del azar.


3

Date
la bienvenida
porque
aun siendo otro
eres tú
el que llega
siempre.

Date
la libertad
por que
siendo ella
única
a veces
nos dormimos.


4

Crece
-pero enséñame
Algo
para saber
como lo hiciste.


5

¡Qué hermosa
deberia
ser la vida
para
Humberto Esteban!



II


6

¿Cómo convencerte
que este árbol
no tiene
la idea
de haber
nacido?


7

Tú eres
feliz
por que
Dios
hace
ladrillos
y eres
dichoso
por que
hay ladrillos.


8

Dame
una
estrella
de tu juego:
hay vísperas
en tu alma.

Dame
una
estrella
de tu juego
antiguo
porque
tú originas
el universo.

Orfebre
de piedras.
Labrador
de mundos.


III


9

¿Cómo hablar
de la luz
si son tus ojos
donde veo
mi alma?

10

El viento
sopla
y germina
la tierra
a través
de ti.

Yo
admito
la lluvia

la simiente.


11

Corre
tu risa
tras el sol
y engendras
estrellas
en el cielo.


12

Si el rocío
perfuma
la tierra
junto
al alba
te doy
mi alma.


13

Sólo
señalo
el camino:
no hay recodos
junto
a ti.


14


me dictas
yo escribo:
una mariposa
cuya heredad
trasladaba
en su alas.


15

¿Quién se columpia
en el arcoiris
o qué mariposa
vuela
sobre un río
sin haberlo?


16

Y abres
los ojos
para mirarme.


17

Se abrió
la puerta
del amanecer
y sólo
en la puerta
creció
la luz.

Pero
de ti
dependió
la claridad
del amanecer.


18

Una
mano sabia
te puso
otra
mano sabia
en la frente.

Y recorrimos
juntos
la irresponsabilidad.


19

Me acojo
a la plenitud
de tu inocencia
y
a la barbarie
de tu tristeza.



V


A Edgar Darío Gonzales


20

Se acabó
la luz:
prende
tu alma.


21

Yo sólo
quería
el sol
pero después
vinieron
tus pies.


22

Tienes
la altura
de una montaña
y el crepúsculo
que posee
la noche.


23

Compartimos
una dicha única:
el valor
de haber creado
lo insólito.


24

Aprende
hijo:
la vejez
es el estado de sitio
del alma.



Y SOBRE LAS HOJAS DEL OTOÑO/2006


Y Sobre las hojas del otoño


Sobre
las hojas
del otoño
hicimos
el amor
en
la
soledad
del parque.
La
humedad
de la tierra
perfumaba
su cuerpo
que yacía
desnudo
sobre
las hojas
del otoño.


Bajo los aleros de la noche


El viento
se llevó
el silencio
de la tarde.
Qué solo
me quedé
en la tierra
bajo
los aleros
de la noche.
¿O tal vez soñado?
¿O
tal vez
soñado?



Los primeros pasos del olvido


Tú que sólo
conociste
los gramófonos
y
las tiendas
sin luz
–te contaré
que aquí
en la tierra
las cosas
han cambiado
mucho.
O
quizás
lo sabes
mejor
que yo.
Recuerdo
la juguetería
que salía
de tus manos
y
las aureolas
de plata
que guardabas
en los viejos
baúles:
–depósitos
de Dios
que sólo
tú conocías.
Entre
tus brazos
aprendí
a dar
los primeros
pasos
del olvido