jueves, 7 de mayo de 2009

NICÓLAS ORTIZ PACHECO




Borracho de profesión y poeta por necedad, era conocido en las noches bohemias de sucre... Ortiz Pacheco, inolvidable poeta y hombre de aguda ironía, cuyos dichos Y HECHOS aún persisten en la actualidad...


DE
PLENITUD DE PLENITUDES



A MANERA DE PRÓLOGO
(Por Gregorio Reynolds)



Poeta, gran señor Ortiz Pacheco,
Numen de vuelo firme y alto,
Cultiva la piedad y la ironía
Con pulcritud y con recato.

En carne viva, mesuradamente,
Hinca el cauterio, pero vierte el bálsamo:
Nos abre el corazón y el pensamiento,
Sin mezquindades ni repliegues, franco.

En madrigales o en apóstrofes,
Ambulan por sus líricos palacios,
De estameña el dolor, de seda el Sueño,
De prelaticia púrpura el Pecado,
Y de imperial armiño el Amor Casto.

Con la divina fiebre del Orfebre,
Labra estrofas de brillo inusitado,
Para la ofrenda de la reina Belkis,
Para los cofres de Aladino, el mago.

Contra los “hábiles” políticos,
Contra los literatos mentecatos,
Contra los déspotas que miman
La rastrera esquivez de los batracios;
Contra la Hipocresía y contra el Vulgo
Su sátira se aguza como un dardo.

Experto buzo de conciencias,
Desflorador de almas, en sus labios
Discretamente se insinúa
La sonrisa del príncipe Don Diablo
Altivamente, le abroquelan
Delicadeza y rectitud de ánimo:
A nadie pide, a nadie teme,
Desprecia la amenaza y el halago.

Harto de las miserias mundanales,
Con Maquiavelo, su tocayo;
Con Rebelais, Con Oscar Wilde, con Figaro,
Con Anatole France, en pos de Cátulo
Continuamente se pasea
Por los suburbios de Bizancio,
Por los gratos jardines de Academus,
Por el humilde huerto del Seráfico
Y por los próvidos dominios
Del adorable apóstata Juliano.

Con algo de Petronio y de Alcibíades,
Un poco loco, pero siempre hidalgo;
Deshoja su existencia tarambana
Como una rosa de ilusión el bardo.
……………………………………………

Nos induce a reír con su fecundia;
Y parece reír… y está llorando.



SURSUM CORDA



Nunca fue ayer nunca sea
La vida sólo prosa, ni el dinero
El solo Dios en el que el hombre crea
Y al que vil se consagre por entero.
¡Arriba corazones! ¡SURSUM CORDA!
Que hasta el fondo del ser llegue la luz,
Provenga de un edén o de una cruz…
El corazón que nunca se desborda
Y por el oro oscila o deja de oscilar
Es apenas un péndulo vulgar.
Más tenemos espíritu, por suerte:
Pues elevémosle, y a tal altura
Que cual posesos de ideal locura,
Como a la vida amemos a la muerte.
Elevemos las almas: no sintamos
Que la ambición y el mal son nuestros amos.
Amar es comprender, y comprender
Es abrazarlo todo con la mente,
Casi es centuplicar el propio ser
Y convertir en luz lo que uno siente.
Purifiquémosle mediante amor,
Fe, poesía, virtud, vicio o dolor,
Lo que vale decir, mediante fuego,
Fuego que queme y depure, ciego.
………………………………………………
E implore a Dios
Hasta aquel a quien falte la fe en Dios,
Pues si nunca la fe fue voluntaria,
Lo es esa flor de fe que es la plegaria.
Creer es esperar
Y a veces es también crear;
Y no creer
Es tener algo menos que querer.
E imploremos a Dios
Los que El olvida y vamos de El en pos.
Y pues si de la vida El es el eje
Por lo menos que el alma no nos trunque
Y que al fin el dolor en paz nos deje,
Porque ya cansa tanto hacer de yunque:
Recibir en mitad del corazón
De martillo repiques y porfía,
Dobles de comba cada día…
Y por compensación
Falta de amor y falta de piedad…
Miserias, menosprecios, soledad.
Pero aunque la fortuna sea esquiva,
Nosotros, desde abajo, desde abajo,
-Cual hostias el alma, lo exterior andrajo.-,
Clamaremos: SURSUM CORDA, arriba, arriba.



ORA POR MÍ



Eleva una oración, tú que eres pura,
Tú que eres lirio, y luz, y sueño y ala;
La piedad que tu augusto ser exhala
Es albura filtrada en más albura.

Todo cuando a ti llega se depura;
Tus ojos, de crepúsculos escala,
Difunden una luz en que resbala
La fuerza del pesar, y se fractura.

Ora por el cantor; yo sueño y canto,
Y a la hora de soñar pierdo el sosiego
Al hilvanar lo bello con lo santo.

Por ir en pos de luz, casi estoy ciego
Y mientras yo la busque, tú entretanto,
Para que al fin la obtenga, eleva el ruego.



FILOSOFÍA


Del mundo es amo el oro, ¡quién lo duda!
No tenerlo es a veces una afrenta
Y al buscarlo, la vida se hace ruda
Aunque nunca la dicha estuvo en venta.

No es de bienes el bien acopio extremo,
Por que la plenitud que el alma ansía
Y el bienestar recóndito, supremo,
También amor requieren, y poesía.

Y cuando falta algo o falta todo,
Aunque uno esté pendiente del abismo
Y el pobre corazón hundido en lodo,
Hay una providencia, el optimismo.

La vida sólo es buena para el mago
Que dora el mal con oro de esperanza,
Para el que cree que el instante aciago
Es precursor de próxima bonanza.

Bendito sea el duelo del que llora
Y la escasez con pan, amor y abrigo;
El llanto deja tras de sí una aurora
Y Jesús de los pobres es amigo,

Bendito sea del dolor el nombre,
Del único triunfante en toda guerra,
Del que forja del hombre al superhombre,
Del dolor, el maestro que no yerra.

Bendito sea el mal que es pasajero,
Por que a su paso todo lo renueva.
Y bendito también el mal postrero
Por que al descanso ineludible lleva.

Benditos sean males y dolores,
Sea bendito el Bien.
Benditas las espinas y las flores
Y nuestra vida y nuestra muerte. Amén.



DOLOR, NO ME REBAJES


Dolor, no me rebajes, soy tu amigo;
Mi alocada inquietud, desde temprano,
Al escapar del tedio halló tu mano…
Y desde entonces voy, dolor, conmigo.

Cuando es alto, no temo castigo;
Pero tú, mi maestro, tú, mi hermano,
Me impides ser, como el molino al grano,
Hostia en el ara y en el surco trigo.

Tu misión de sembrar poco aprovecha,
Y hasta tu noble afán se desfigura
Cuando, aunque siembres, talas la cosecha.

Pero por más que dañes mi envoltura,
Por más que el alma mía esté deshecha,
No te pido piedad: te pido altura.



CONSUELO
(A un poeta)


No son manchas, hermano, tus flaquezas
Para que estés por ellas triste, esquivo;
Si dominar no puedes tus tristezas,
Apiádate de ti, sé compasivo.

La compasión ajena te lastima
Por que hay oculto dardo en su dulzura;
Si tu alma, hermano, gime, pues que gima,
Que si hiere el dolor, también depura.

¡Y no temas gozar! Hay en el goce
Calor, música, luz, matiz, aroma.
Y audaz sonríe del dolor el roce,
Pues con sonrisas al dolor se doma.

La vida sin pecado es un pecado
De lesa humanidad y lesa vida,
El ser que no cayó siempre es malvado,
Por que vivió de fuga o de embestida.

La vida es un ensayo siempre incierto:
Cuando no cae el cuerpo, el alma cae;
No pecarás, poeta, estando muerto,
En tanto, peca que el pecar distrae.

Cansa el pecado, como cansa todo,
Pero tiene cambiantes y matices;
Y aunque en su seno hay lodo, mucho lodo,
Se refugian en él los infelices.

El vicio es tu tortura y tu consuelo,
Más ¿no es acaso la virtud un vicio?
Ambos alientan imperioso anhelo,
Ambos son goce, ambos son suplicio.

¡Y el vicio es una mácula elegante,
Cuando ostenta una flor y una sonrisa!
¡El vicio es el galán de blanco guante,
Y la virtud la vieja que va a misa!



BOHEMIO


Librado en todo, a ciegas, al evento,
Espera sin cesar lo que no espera;
Y aunque vive de abismos a la vera,
No tiene ni noción del escarmiento.

Va hacia el peligro, intrépido, de intento,
Con fe en su suerte, asido a su quimera,
Y remedo de abstrusa borrachera
Su existencia carece de argumento.

Siempre logra salir del laberinto,
Porque en vez de pensar, sólo presiente
Y hace servir de brújula a su instinto.

Jamás calculador, casi es vidente;
Y aunque perezca igual, siempre es distinto,
Como el agua del chorro de una fuente.



POETA


Era un loco, un doctor de la poesía,
Un pobre millonario… de ternura,
Un loco en libertad, cuya locura
En cincelar ensueños consistía.

Amalgama de amor y de ironía,
Fue su vida insólita aventura.
Y a refinada e inútil miniatura
Redujo su dolor y su alegría.

Desertor prematuro del rebaño,
Sufrió del vulgo pertinaz asedio
Y halló tras la ilusión el desengaño.

Fue vencido a menudo por el tedio,
Mas pudo hacer en su vivir extraño
Del arte, un fin; y del dolor, un medio.



MONOTONÍA


Yo quisiera llorar,
Sólo para descansar
De la monotonía
Que a mi existencia agria.

Prefiriera el dolor,
Porque nada es peor
Que esta pena apacible
Pertinaz, infalible.

Ya no me atrae el mal
Con su encanto infernal;
Ya ni sufrir me ayuda
La sierpe duda.

Ya no quiero querer
Ni puedo aborrecer:
Hasta me falta empeño
Para alentar mi ensueño.

Y me cansa vivir,
Y me arredra morir
Porque sé que la muerte
Es otra vida inerte.

Vivo en la esclavitud
De una horrible quietud,
Sin dolor ni alegría,
Con mi melancolía…

Y quisiera llorar
Sólo por descansar
De esta monotonía.



UNA LIMOSNA



Más temo las promesas de la vida
Que la amenaza cierta de la muerte.
Lo que a otros mata, tórname más fuerte,
Aunque me acerque a la final partida.


La Suerte, por mi mal, fue mi querida;
Yo, buen amante, enloquecí a la Suerte,
Y ella logró dejar mi anhelo inerte,
A fuerza de colmarlo sin medida.


Derroché juventud y amor: en tanto
Arañaba en mis sienes la locura
Y maduraba en mi jardín el llanto.

Mas aunque en mí la pena esté madura,
Cuando sufro no lloro, canto… canto
Y acepto una limosna: la ternura.



EUFORIA


Fue menester que todo lo perdiera
Para ya no buscar lo mío afuera.
Conquistar lo exterior era mi empeño
Y obtuve la conquista del vacío:
De nada más creí que yo era dueño,
Cual si mi yo interior no fuera mío.
Y al ponerme a auscultar bienes y males,
De los que el viento arrastra cada día,
Hallé que el bien y el mal no son rivales,
Cuando encierran recóndita poesía.
……………………………………………
Si me propongo huir del egoísmo,
Me parece que el dar me beneficia:
Tengo lo que me falta, la primicia
Que está latente dentro de mi mismo.
Tal vez en darse mi sentir se exceda
(Así el valor moral que tiene, sube),
Y lo que puedo dar, lo que me queda,
Mi corazón, es más que lo que tuve.
Y eso es lo mío, fuente inagotable,
Se convierte en estéril pesadumbre
Si le falta del beso la clemencia.
Palanca del espíritu, el efecto
Es capaz de mover la vida entera:
Tiene vida por él la primavera
Y hay poesía en el ala del insecto.

El vivir sin amar siempre es sombrío,
De sombras es un mar:
El ser se sienta en su redor vacío,
Amar para ofrecer, que quien ofrece
Ennoblece lo amado y se ennoblece…
Y busca dicha en el amor logrado
Quien crea que es posible lo imposible,
Ya que en amor la dicha es accesible
Sólo a lo porvenir o a lo pasado.



POBRECITA ADULTERA


No te condeno, pobrecita adultera;
Simplemente mi espíritu te habla
De aquello que tú crees que se ignora
Por que ante ti se calla.

Sé que el amor lo justifica todo;
Sé que vivir sin ilusiones cansa;
Sé que en tu helado hogar te sietes sola,
Con soledad en el alma.

Tedio en compensación de sacrificios;
Junto a ti todo sobra o todo falta;
Y bien sé yo que las que no lloran
Son las peores lágrimas.

No aspira tu señor a comprenderte,
Porque él es el señor y tú la esclava:
Eres carne al servicio de su carne,
Poco menos que máquina…

Entretanto te acosan los ensueños.
Frágil mujer sin vocación de santa,
Entre la culpa seductora oscilas
Y el deber qué empalaga.

Celestina inconsciente, tu conciencia
Sin oprimirte se distiende elástica;
Vencido lo moral, estás en manos
De ocasiones y audacias.

Y cuán humano, y más vulgar que humano,
Caer sin el concurso de las alas,
Caer sin que el espíritu intervenga,
Sin ilusión dorada….


¡Cuánto difieren los vedados vínculos:
El de amor por amor, feliz desgracia;
Y el de amor sin amor, mezquino engaño,
Inexcusable infamia!

No te condeno, pobrecita, ignoro
De tus deslices la escondida causa;
Pero si caes, que lo ignore el mundo,
Y exige amor… y ama.



ELLA, POQUITA COSA



Era poquita cosa: no tenía
Más que una juventud asaz despierta;
Era en el arte de fingir experta
Y en el de amar experta se creía.

Era poquita cosa: él lo sabía,
Más no supuso hallar un alma yerta,
Por vulgares ficciones encubierta
Y tras ellas sólo felonía.

Era poquita cosa, sin relieve,
Porque ella no era fea ni era hermosa
Ni tampoco de fuego ni de nieve.

Sólo para amante fue una diosa,
Más soportó a ese amante tiempo breve
Y hoy día es lo que fue: poquita cosa.


HACIA LA LUZ


Todo lo que yo busco se me esconde:
Quietud, ventura, todo, hasta la muerte;
Y tú también, amor, y quiero verte,
Mas no se donde hallarte, no se donde.

Me sedujo la carne femenina,
Aleve embajadora de la nada,
Quien, por hacer más rica su embajada,
Vino con versos, vino y cocaína.

Pagué el amor, mil veces , con dinero,
Seguro, convencido de que es triste
Pagar una ternura que no existe
Simulacro tan vil como insincero.

Pero el beso, hasta aquel que es mercenario
Permite a la ilusión abrir las alas;
Y hace, aunque pérfido, en las horas malas
Sentirse menos solo al solitario.

Y amé también: me sangra cada día,
Cuando el amor en mi tristeza excava
Una perenne herida, donde clava
El mal su dardo en la esperanza mía.

Antaño yo no supe de un oriente;
Hoy columbro una luz, y voy a ella:
No sé si es luz de luna o luz de estrella,
Mas una claridad baña mi frente.

Y cuando vencedor sea de tanta
Perversidad que al fin hastía,
Habré rehecho la esperanza mía
Y estará el porvenir bajo mi planta.



EPÍSTOLA A LA SEÑORA DOÑA
LOLA RIVERO DE SANJINES



A ti, señora, gran señora, hermana,
Quiero hacerte una humilde confidencia:
Estoy loco, lo sé, y en mi conciencia
Hay un miedo espantoso del mañana.

Alma de catedral diste acogida
En tu señor hogar a mi persona,
Y este desasosiego de mi vida
Supo, al fin, que no todo le abandona.

Llegué a ti por mi mejor hermano;
Javier, nuestro Javier, flor de hermano;
Escuchaste mis versos y supiste
Que en mi dura existencia todo es triste.

Conocí y comprendí a tu noble esposo;
- Y a Fernanda? Quizás fuera dichoso
Si supiera decir lo que me admira
Su bondad, su prudencia, su dulzura,
Lo que no alcanza al numen de la lira
Ni siquiera al acudal de mi locura.
Morir no siempre es descender, yo asciendo
Al llegar a la meta del olvido.
No quiero recordar lo que he sufrido
Ni comprender la nada que comprendo.

Y nada me atrae como abismo;
A su atracción no puedo sustraerme;
Estoy cansado, desvalido, inerme;
Me faltan ilusiones, fe en mí mismo;
Causo penas o estorbo a quienes quiero
Y a vivir de piedad morir prefiero.

Como llorar no quiero en tu presencia,
Llora por mí, mi amarga confidencia.

sábado, 21 de marzo de 2009

OSCAR CERRUTO





Nació en La Paz en 1912 y falleció en 1981. Poeta, narrador, periodista y diplomático, es considerado uno de los grandes poetas de Bolivia. Empezó muy temprano como periodista y llegó a ser director de "El Diario".

Trabajó muchos años en Cancillería y fue Embajador en Uruguay en 1965. Durante la Guerra del Chaco se encontraba estudiando en Chile y escribió su novela Aluvión de fuego (1935). Su libro de cuentos Cerco de penumbras (1958) es considerado uno de los mejores. Sus libros de poemas incluyen: Cifra de las Rosas y Siete cantares (1957), Patria de sal cautiva (1958), Estrella segregada (1973), Reverso de la transparencia (1975) y la antología personal Cántico traspasado (1975). En Poesía (1985), publicado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana en España, se reunió toda su obra poética. Después de su muerte se editó La muerte mágica (1988), un relato sobre la vida del pintor Cecilio Guzmán de Rojas.


CANTAR


Por entre andariveles
el viento andaba.

También mi corazón.

Por entre andariveles
te soñaba.

Papeles y papeles,
mi corazón.

La luz de los papeles
te nombraba.

También mi corazón.


MIENTRAS DUERMES


Mientras tú duermes
el viento
circula afuera con una espada,
guarda tu casa.

Y allá en su altura
la estrella
con su luz de certeza demarca
los territorios de tu pureza.

El desvelado río
hincha su pecho y canta
asordinado
de goces breves y pesares largos.

Inocente es la luna todavía,
corre por la venida y resplandece,
y asombrada se para
a comprobar que hay otra luna en tu ventana.

La rosa exhala su prestigio intacto
y aunque está sola
en soledad fulgura
y la ancha soledad del carrizal perfuma.

La luz resbala en los dorados ramos
de la noche,
en su rumor agreste
y en el aire que la contiene.

En el patio la fuente sueña
y por la tersa superficie, ausente
al mundo y sus afanes,
cruza tu imagen.

Innumerables, entretanto,
como insectos ardiendo los instantes
caen marchitos,
del árbol de la sombra desprendidos.

La aurora asoma entonces en el cielo,
lavado el rostro,
sonriente,
y al pie del lecho en que duermes se detiene.


CANTAR

La luz en las cortinas
cuelga en tu ausencia.

La luz en los espejos
y en la escalera.

Corre por los pasillos
clareando apenas.

La luz del sentimiento
de puerta en puerta.

Silenciosa espesura
nadie contesta.


CANTAR

Si vas por los limoneros,
detrás irá mi amor.

Cruzarás la cordillera,
yo en pos.

Y al pasar los cafetales,
mi voz.

Y sabrás que el verde verde
Limón.
que se desangra en la rama
soy yo.


CANTAR


El céfiro en los fresnos
lloraba.

Tú en el agua, amor mío,
con anillos de espuma
en el agua.

Si son de compromiso
devuélvelos al río.

Si son de agua, amor mío.

El céfiro en los fresnos
llorando tu desvío.


DE
PATRIA DE SAL CAUTIVA


POÉTICA


No eres sólo el fulgor que sin mesura
estalla, ni su estrépito previsto.
Ni las apelaciones de la esfinge,
o la avidez, o la otra idolatría.
Lúcida sí, flagrante certidumbre,
región de transparencia en la que inmerso
está el tiempo, zumbando, lo que somos,
la boca memorable del augurio.
En un trono de hierro y santidades,
abiertas las heridas, y la flecha
de las perpetuas causas en las sienes,
eres esa palabra no gastada:
amor; una mitad, como la aurora,
en sombra. Otra mitad deslumbramientos.



DE
AQUELLO QUE HA SIDO SIEMPRE


SOLEDAD, UNICA HERENCIA


DEGRADADOS templos
de arena que la noche lame
y el tiempo lame y desintegra
y pacientemente reconstruye
la soledad de nuevo.

Su anillo es infinito y es
consubstancial, quema
mis sienes como un remordimiento.
Con desvelado oficio alumbra
la fuga de mi sangre.

Mi soledad, esposa taciturna
de toda hora o cicatriz que no se borra.
Si sueño que la sueño me embriaga como un vino.

Pero no basta y sólo cuando solos,
Ya redimidos ambos y ordenados,
la imperturbable atmósfera
sin esplendores del enigma
y la ceniza compartamos,
será incesante nuestra alianza.


L A N O C H E


No en silencio, delirante caes
de la inculpable atmósfera
donde los astros mecen sus vacías
aguas. Y tu voz precipitas
de sombra y negaciones
apenas conjurando la gastada
rosa de la calle,
el compromiso del suicida
y ese olor malvado que demarca
sus estragos.
Vicio cambiante,
mano de la depredación.
Si tu capa arrastra resplandores
de polvo, también trae
ráfagas de un azul tembloroso,
y las palabras del alcohol
gesticulantes,
o las mujeres que pasan
haciendo que cambie el color del aire.


DE
POR TANTA ALTURA Y SOLEDADES


PATRIA DE SAL CAUTIVA


Bosque de espumas talado.
mar encontrado y cedido.
Tu caracol rescatado
zumba de nuevo en mi oído.
De nuevo, titán herido.
Pecho de varón, te has dado
A mi fervor, y en el ruido
de tu bronce encadenado
escucho tu voz que canta.
Se amotina tu onda, el viento
colérico se levanta
de tu hondo seno violento.


CANTO A LA HEREDAD ENTRAÑABLE


Si yo mirara al fondo de tus ojos
como se mira el tiempo o los presagios,
como se busca en el destino
las líneas que el agua borra
o el surco de las golondrinas en la niebla,
vería crecer tu inmanencia mojada
por las lluvias
y tus aéreas cornisas, ciudad
traspasada de sueños,
alta de lámparas y campanarios
como flor de ternura,
como rama de espumas, sola
en tu aire cernido,
con las alas forjadas por la muerte
y buitres royéndote el costado.

Así alumbras de piedra en tus moradas
así tu historia corre precipitándose como un río,
corre y suena entre peñascos, entre lágrimas
por la comarca huraña.

(Y siempre es tarde para sus heroísmos)

Flecha húmeda de velocidad y de rocío
suspendida en el viento de las edades
huyes y permaneces bajo las altas torres
mientras caen los días y las noches abjuran
y las catedrales se desgastan por el roce
de los pájaros.

No aspiro a amarte
sino en tu laberinto inmemorial,
no aspiro a revestirte de arambeles lunares,
viendo tu rostro alzado hacia el misterio,
dulcificada la sien
por los alisios de la leyenda.

Ciudad hecha del lujo de la alborada:
trabados mi litigio y tu férula,
tu verdor y mi nombre,
respiramos la misma tempestuosa galerna,
los hálitos que asuelan calladamente el ábside
virtual de tu esplendor,
la gota de desmedro.

Bandera de granito
mordida por los sátrapas de cabezas humeantes
que yacen en el polvo de tu abrupta intemperie
una a una aplastadas
bajo tu píe,
soplando todavía
la ritual cornucopia.

Cofa del mundo, amparo
de los exonerados hijos de la roca
y de su alcurnia de proscritos,
¡sigue ardiendo en tu lengua la tea memorable,
adalid de la furia!
Y con mano abrasiva conduces
investida de vértigos
la cruzada de las manumisiones
y la muchedumbre del trueno.

¡Tú que asumes
ciudad madre mía
y del rayo,
la condición del diamante,
escarchada, purísima campana,
planta de luz andina,
copa de soledad,
apartando tinieblas deja oír siempre el grito
de nuestra angustia,
grita con nuestras voces
de tierra en el destierro de la altura,
híncalo en los ijares del agravio,
para que tu corona primacial recobre
las perdidas estrellas!



DE
LA MUERTE PERMANECE


POCO ANTES NADA, Y POCO
DESPUES HUMO


Ay más que sangre somos
huesos, cal que nos roe
lágrima a lágrima.
Huesos encorvados por el fuego
del orgullo,
astillándose de rencor,
helados.
Tallos voraces, eso somos.
Y así es nuestra férula
ciega
y cae en torno
como gota de plomo.
También caemos,
más abajo caen
nuestros pronombres pedazo a pedazo.
Eso somos,
rescoldos de caducidad,
dioses llameantes , hundidos
hasta el cuello,
y todavía llenos de fiebre y polen.



DE
L A Y



Donde estáis, días en flor, joyas
de claridad, tumultos, ebrias
fulguraciones aurorales.
Dónde, color de dicha, rosa.
Rosa lustral, abierta al puro
cielo del mundo impuro. Dónde
cayó en qué fango tu delicia,
holocausto del desamparo.
Oh solo noche ahora nombra
tu nombre. Sólo nada ahoga
la sonrisa huída, muerta.
Dónde estáis, flechas de alegría,
encendida hermosura, cantos,
promesas, goce. Sólo espuma.



DE
ESTRELLA SEGREGADA



CUYA BOCA ARDIA


Me niego.
Me niego a entrar en el coro
a corear
al perpetrador con sombrero
de probidad
el abogado de la carcoma
el que dicta las normas
y sacude
en la plaza
el árbol del usufructo.



EL POZO VERBAL


Nada se sabe
pero las palabras
se conjuran
hostiles
chillan y se acuchillan
saltan en el aire
lo infestan
movilizan llamaradas
como ráfagas de toros
como tizones vivos
que caldean
la pedana del escándalo.
Una sola palabra
la no pronunciada
porque en ella está
inscrita la dispersión de lo que amas.
Las palabras te ensalzan
te festejan
te miman
te enjoyan
te besan las manos
luego te muerden.
Las palabras te encumbran
te glorifican
te esmaltan con azúcares
te visten de luz
te visten de flores
luego te escupen.
Las palabras te calzan de oro
te coronan con laureles
te reverencian
te abruman de lisonjas
luego te lapidan.
Las palabras te santifican
te cantan alabanzas
te levantan en el aire
¡qué alto vas!
luego te entierran.


RAYO CONTRADICTOR


La poesía
no trasunta el agravio
ni el furor
ni restalla
como una bofetada.
Debiera quemar
debiera disolver.
Sólo publica el desprecio.

No mata pero marca
y es un ácido
o es un revulsivo
o el anillo de brasas
dentro del cual
retuercen su impotencia
los escorpiones
y su agobio.
En ningún caso es una feria.
No cantes
poeta
para el oro
de los estatutarios
los tránsfugas de la balanza
que prevarican con la desdicha
la fuente
de la supervivencia
el tenebroso
que esconde el corazón
y tiembla
cuando truena.

Devuélveles su peste
solo
desde los médanos
arroja el arpa de David
que han convertido
en albergue de ratas
da igual
que hiele
y estés desnudo
si tus manos arden
y tus sienes
y el escozor de tu repulsa
¿qué importa
desafiar al infierno?

Ellos no son la Ley
son su rédito
los turbios
oficiantes del hiperbóreo
confundidos
por que la palabra
desgarrada
estalla en granadas y luces.
O canta.


QUE VAN A DAR A LA NOCHE


Cada uno muere solo
con una rosa en la sien
o pasajero
en un carro de llamas
solo
en ese acto
que nadie comparte
donde cae
la soledad sobre la soledad
y ese silencio
de nieve
por el que van
por el que irán siempre
los incomunicables
prendida
en el pecho
la sentencia de olvido.



DE
LAS INSCRIPCIONES



EL AMOR


Como un vino de guerra la tarde
se nos brinda
y en lo alto canta la alondra.
¿Para qué más?
La alondra en lo alto
y aquí abajo dos copas
colmadas por un vino de guerra.
A qué inquirir sin causa
los números del cielo
si tu piel desafía
su imperio de amapolas
si en la azulada sombra
lecho de amor
tu labio solicita
el sello que devora.
Acerbo el aire pasa
sobre tu vientre sientes
su alado fuego y es mi mano
la que pulsa la dicha
y hace cantar el oro del verano.




DE
LA MANO EN EL DECLADO
(y la otra en los dientes mordida)


Texto para una cantata
en memoria
de Humberto Viscarra



Que pronto he quedado solo,
como un ciego en la tiniebla,
solo,
como esperando a nadie
(que no llega).


¿Pero acaso no estuve
siempre solo en la vida
vanamente esperando esa palabra
que ignoro?


Ni siquiera la lluvia
me hace aquí compañía.
el frío si,
el de siempre,
el frío y la costumbre
fácil de la tristeza.


Parado al borde de mí mismo
a la espera
de una señal, una máscara
(que no llegan)
sabiendo
que el tiempo corre ahora
debajo del tiempo.


Y no hay otra presencia
que las calladas estrellas.

¿Por qué no invitar a la Muerte
a cenar? Buenas noches, señora.
¿Fatigada?
Arduo trabajo el suyo.
¿Le sirvo un poco de cielo?
¿Champaña, rosas,
luz lunar?


Comprendo que la irriten
las flores
¿Para qué flores
si, de algún modo,
allí donde usted llega
provoca tumultos
de pesados aromas
que su implacable
helada mano
casi en seguida
pudre?


Tal vez pueda ofrecerle
mi corazón, señora,
o mi alma, si la vida,
la horrible vida
algo ha dejado.


No pedí nada,
quise muy poco
les di mi vida
y eso era poco.


Pero también pude ver
que no toda soberbia
es victoria,
y que en el canto
canta el espíritu
con lengua
más que el bronce.


Sólo quería que caigan
la falsía y la ficción
y entrara el mar,
el ancho mar,
ya libre
de su cansado batallar,
en todo corazón
vejado.


Ah pero el arte es largo, largo,
La vida corta,
¿no es verdad, viejo Machado?,
“y a nadie al final le importa”.


Una copa.
¿La vida es otra cosa
que una copa?
Que siempre está colmada,
que siempre está vacía.
una copa que ríe,
una copa que llora.


¿No bebe usted, señora
Muerte?
¿No la tienta el demonio?
una copa
y el mundo,
el pobre, pobre mundo,
idiota mundo idiota,
se borra como un sueño.


Una copa de tedio
o una copa de sueños.


Quería que el sol
para todos se abriera
como un árbol
de prodigio.
que para mí se cierre
a mí solo me incumbe
y no interesa.


Doble desgracia
haber nacido
bajo este sol
y ser artista.
una mano posada en el teclado
y otra en los dientes
mordida.


(Pobre país
o pobre yo,
todos nosotros,
en este inmenso
país tan nuestro
y tan ajeno.)


¿Por qué no fui árbol,
por qué no nube
o espuma acaso?
fui hombre
y me olvidaron,
y luego me borraron.
¿O yo los ignoré
y así los expulsé
del mundo?


Pobres todos nosotros.


Ahora todo ha callado.
La muerte cerró la puerta
y estoy de nuevo solo.


Las plazas y las calles,
la oscura calle sola.
El piano, la mesa,
mis bufandas.


Solo con lo dicho,
lo que dejo dicho
como herencia atareada
y fugaz.


¿O ha sido todo un sueño,
una centella irreal
que la Muerte sostiene entre los dedos,
nada más?

miércoles, 18 de febrero de 2009

Gregorio Reynolds 1882/1948





Gregorio Reynolds (Sucre, 1882 - La Paz, 1948) Poeta boliviano. Tras los cursos de primaria y secundaria, estudió en el seminario de su ciudad natal. Doctor en Letras, fue rector y doctor "Honoris causa" de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca; cónsul en Jujuy (Argentina) y encargado de Negocios en Brasil. Publicó muchas de sus composiciones en La Mañana, de La Paz.

Se le coloca habitualmente entre los tres grandes poetas modernistas de su país (con Jaimes Freyre y Franz Tamayo)Se dio a conocer al ser premiada su composición El mendigo en los juegos florales organizados por el Círculo de Bellas Artes de La Paz en 1913. Es un maestro del soneto y este hecho quizás nos ayude a comprender, tras lo dicho anteriormente, la valoración lírica de Reynolds. Cien sonetos contiene El cofre de Psiquis, donde se encuentra quizás lo mejor de la producción del autor del bello soneto La Llama; mantiene su altura en Horas Turbias y en Prismas (1937), para lanzarse hacia abajo en busca de preciosismo y superabundancia formal en Arco Iris, Beni e Illimani.




DEL LIBRO
EL COFRE DE PSIQUIS



LA LLAMA



Inalterable, por la tierra avara
del altiplano, luce la mesura
de su indolente paso y su apostura
la sobria compañera del aymara.

Parece, cuando lánguida se para
y mira la aridez de la llanura,
que en sus grandes pupilas la amargura
el erial horizonte se estancara.

O erguida la cerviz al sol que muere,
y de hinojos, oyendo el miserere
pavoroso del viento de la puna,

espera que del ara de la nieve
el sacerdote inmaterial eleve
la eucarística forma de la luna



CRONOS



Viejo reloj de cuco del estante,
al oírle evoqué mi tarambana
vida de niño, tanto más cercana
en el recuerdo, cuanto más distante.

Amenguó mi sufrir perseverante
y distrajo la murria cotidiana
ese viejo reloj de filigrana
que para siempre se paró un instante.

¡Oh, pulsación del tiempo! Sus latidos
no me hablarán ya más de los floridos
días de ayer. Mi corazón desea,

Péndulo del dolor, -aciaga suerte-,
que el ritmo arcano de mi sangre sea
detenido de pronto por la muerte.



Panteísmo



Yo quiero de tus lagrimas el póstumo tributo,
en gracia de lo mucho que por tu amor sufrí,
el día en que siguiéndome con paso irresoluto,
al campo santo vayas para volver sin mí.

Al convertirme en árbol, te ofreceré mi fruto.
será mientras exista mi sombra para ti...
después, cuando a mi vera, cual mármol impoluto
reposes, mis raíces han de abrazarte allí.

Bajo mi savia -¡oh virgen!- tu carne toda en germen,
ha de surgir de nuevo con todos los que duermen
en subterráneo génesis el sueño vegetal...

Y al envolver mi tronco tu floreciente traje,
arriba, luminosas, en el etéreo viaje,
daránse nuestras almas el beso sideral.



A UN CADÁVER



“Todos morir habemos. Hasta mañana hermano”
musita el Egoísmo. Le comprendes quizás…
Cruza tus manos rígidas sobre el signo cristiano,
Y transido de miedo, se te pone detrás.

Y con rumbo a la fosa, bostezo del arcano
que pronto ha d cerrarse para siempre jamás,
con rumbo al tenebroso dominio del gusano,
adonde iremos todos, con otros pies te vas.

Tu sangre corrompida –la vida está en la muerte,
en el crisol enorme que todo lo convierte-
será purificada debajo de una cruz.

Nutrirá las raigambres del rosal y la encina,
y luego, en las alturas, en conjunción divina,
será efluvio tu carne y tu espíritu luz.



E L E N V I D I O S O


Es el áspid del odio, repulsivo,
porque lo grande de la vida ajena
va gravitando en él como una pena
que enturbia en bilis su mirar furtivo.

Rencoroso, se ensaña sin motivo
en la reputación del que envenena.
Tiene el feroz instinto de una hiena
y la torva humildad de un perro esquivo.

Felón, rehuye toda franca lidia;
si está frente a su víctima, la alaba
en frases que son dardos de perfidia;

para herir mansalva, va de hinojos,
eludiendo el mirar, porque su baba
le sube amargamente hasta los ojos.



C O N F O R M I D A D



Sin razón y sin rumbo, lleve mi andar
de anhelos desdeñados, por eso estoy
cansado del camino por el que voy
y sin saber adónde podré arribar.

Para sudario tengo –pobre juglar-
harapos de oropeles de ensueños… Hoy,
sin fúnebres guirnaldas y sin convoy,
quisiera que me lleven a descansar.

Tesoros de utopías mi alma sonámbula
ha entregado a la vida, vieja funámbula
que me ha ganado al juego mi corazón.

Y por eso a la vera de este sendero,
maltrecho y resignado la muerte espero.
¿No será la suprema desilusión?




DEL LIBRO
DE ANTIFAZ





TO BE OR NOT TO BE


I


Esta mansión de la demensia insomne,
este castillo de Elsinor tan tétrico,
y el cadáver de Ofelia entre dos aguas,
flotando como un loto del ensueño,
son fuerzas integrantes contrapuestas:
la vida y la ilusión: humano nexo.


La vida es noria que no va arrastrando
en su girar perpetuo,
y la ilusión refugio del espíritu,
celeste alcázar para el arte excelso.


Somos urgencias corporales
en corporales ajetreos,
y neuronas: finísimas antenas
para captar la voz del universo.


¡Esta vida tan dura,
con tantas muertes dentro;
cariños, esperanzas, inquietudes
entre tantos despojos del recuerdo,
flores, marchitas flores,
amores que pasaron con el ciento!


Esta vida interior tan opresora,
tan escondida y sin objeto!


II


En altas horas de la noche,
con qué grave recato en torno nuestro
se van acumulando los fantasmas
de los dominios del misterio.
Está vibrando, está vibrando
La arcanidad en el silencio:
Tic-tac de los relojes y del pulso,
monotonía de seguir corriendo
circularmente hasta pararse
de súbito en el centro.


Nos va atrapando hasta el martirio
la pegajosa nébula del tedio,
esa tela de araña sutilmente
formada como el velo
de Penélope –ausencia- en su constante
tejer y destejer, tejer de nuevo.
Continuo, taladrante, irresistible,
penetra hasta los sesos
ese diabólico tornillo
del mismo pensamiento.
La idea fija inexorablemente
se incrusta en el cerebro.


Las altas horas de la noche pasan
sobrellevadas con el miedo
de quedarnos dormidos soportando
la pesadumbre de los malos sueños:
estrechas perspectivas de suburbio,
paisajes solitarios, plúmbeos cielos,
ríos de aceite diáfano,
anchos y tibios, hondamente quietos.
Aparición insólita y siniestra
de seres mudos, torvos, impertérritos,
que nos aterran y fascinan
tan sólo con su aspecto:
la sensación de angustia en la inminencia
del estrangulamiento,
y el intentar zafarse del peligro
y no poder mover siquiera un dedo,
y no poder gritar, y la pavura
que debe de sentir el cataléptico
al congelarse en el espanto
la crispatura del cabello…
Y la espada de luz de la alborada
que decapita al monstruo del desvelo:
la luz, la luz del solo que nos libera
del opresor aliento.
¡Ah las sufridas, insufribles horas
de calofrío y bostezo!



III



Está en nosotros Hamlet, taciturno
frente al enigma eterno.
mirándonos sardónico
bajo su adusto ceño,
Nos dice: -“?Qué es el ser pensante?
Alma y materia en triste contubernio.
Las que hoy son reflexión y disciplina,
pasión e instinto en el antaño fueron:
pasión e instinto desbocados
hasta romper el freno.
cinco sentidos ya insensibles casi
para darle sentido al sentimiento.


-“¿El corazón? Motor a sangre viva,
motor y también péndulo
que toma su vaivén de la infinita
palpitación del tiempo,
y se acelera a ratos en febriles
girándulas de fuego:
la existencia mordida por minutos,
insaciables ratones del evento.


-“¿La humanidad? Farándula en desgonce:
grotesca zarabanda de muñecos.”


-“¿La historia? Aberraciones y ambiciones
en recular funesto:
la caverna escondida en las metrópolis;
en prímate a través de los milenios;
el pasado, el presente y el futuro,
iguales más o menos.
Empedernida, empecinadamente,
Se sigue el mal ejemplo.”


-“¿Y la belleza de las formas
corporizada en Venus?
Belleza, pudridero sostenido
Por armazón de huesos.”


IV



¡Ah el apagado paso de los días,
iguales todos, todos lentos,
y el esperar, en vano, alguna cosa
que deseamos tener y no podemos.


El recibir las horas recontándolas,
y el verlas irse luego,
sin que nunca nos dejen nada, nada
que pueda complacernos.


El tener bajo el cráneo llamaradas,
y sobre el cráneo prematuro hielo.
Vivir con la sonrisa a flor de labios
Y estar llorando corazón adentro.


Y este dolor del alma, que aniquila
más que un dolor latente y sin remedio!


Vamos así muriendo poco a poco,
vamos, así, sufriendo,
saturados de hastío y aguardando
el perennal sosiego.
¿Será sosiego acaso?
¿Será, por suerte, el término?


Mundo, demonio y carne,
La trilogía del pecado. Es eso,
Eso la vida, el esencial problema:
¿Ser o no ser? No ser y seguir siendo.
……………………………………

¡Esta vida tan dura y tan querida!
No hay otra. ¡Qué tormento!



DEL LIBRO
ETERNO FEMENINO



MENTA



En el viejo sofá
de terciopelo verde,
lloras por algo que has perdido
para siempre.


Desde afuera la luna crispa un gesto
de burla, triste y verde.


En un tosco jarrón desportillado,
llenas de tedio mueren
algunas flores. Todavía
las hojas están verdes.


De la esmeralda de tu anillo
saltan reflejos verdes:
fosforescencia de luciérnagas
de un tremedal con hálito de peste.


El hielo que ha quedado en las copitas
se ha teñido de verde.


Un distante violín de radio raspa
una sonata verde
que estira en trémolos de angustia
sus rechinantes erres.


Hasta sus ojos –selva, mar, cielo de ocaso–
verdes,
están como escarchados de veneno
de serpiente.


La cara de Clown de la luna
Tras las nubes, de pronto, se pierde.

Cual en los versos lánguidos
del cojo sátiro celeste,
la lluvia va tras los cristales
de la ventana verdes,
tejiendo –araña del fastidio
su interminable velo leve.


Te hallas tan cerca a mi; tan cerca te hallas,
que te siento muy lejos, casi ausente.


Ya para mí –¡qué cosa horrenda! –
ya para mí no eres
lo que hasta poco rato fuiste:
la primavera verde;
la ilusión, la esperanza, el amor férvido
y el pregusto del máximo deleite
sino la decepción irremediable,
la fruta verde
que destempla los nervios
con su acidez algente.


No eres ahora como
cuando anhelaba yo poseerte,
y en todas partes te veía…
sin tu presencia muchas veces;
cuando me embebecía en tus encantos
como los cisnes en el agua verde:
los de Luis de Baviera, el taciturno
rey de reyes,
y el de Leda, divino, desmayándose
entre la linfa diáfana y el césped.


¡Cómo te imaginaba yo; cómo te urdía
mujer y diosa: Magdalena y Ceres;
bacante en los espasmos,
canéfora en el éxtasis!


Las golondrinas del ensueño,
las golondrinas que amó Bécquer,
han sido estranguladas por el gato
de Baudelaire, por el felino aleve,
y por el cuervo doctoral de Poe:
“Never more”, jamás, horror perenne.
Mi alma se diluye
en la bruma de ajenjo del ambiente,
en el verdor amargo, glauca nébula
de morbidez que nos envuelve.


Alucinante Salomé, trompo de coágulos,
En mi cerebro gira el hada verde.


Miro las cosas cual fueran
biliosamente verdes
como las pesadillas,
como la muerte.
Todas las cosas vistas y soñadas
son verdes, verdes, verdes, verdes:
colibríes, cantáridas, relámpagos,
profundas noches verdes,
ojos de los jaguares y las víboras
bajo los árboles silvestres,
verdosas facies de los perseguidos
por el delirium trémens,
cadáveres lamidos por las algas
de la penumbra verde,
esqueletos con musgo, fuegos fatuos,
larvas de pesadilla, blandos vermes,
viejos estanques con nenúfares
tumbas rodeadas por cipreses,
cobriza herrumbre de los cofres
en las basílicas solemnes,
sombras que tiemblan con verdor de azufre,
fantasmas lívidos que encienden
amarillentos cirios
de tenebrario… ¡Miserere!

Me hundo como un naúfrago
en el vórtice verde:
tirabuzón de cefalalgia,
venas de raudo palpitar de fiebre.


No quiero que me veas,
ni quiero verde,
mujer de menta helada,
fascinador abismo verde.




DEL LIBRO SUCRE



NOSTALGIA



Hoy tengo, Sucre, al recordarte,
tal sensación de paz,
que están mis ojos titilando
como si fuesen a llorar.

Oigo otra vez bajo tu cielo
de una sutil diafanidad,
lejanas voces que repiten:
“¡Pan de Yotala!” “¡Pan del romeral”!,
y embelesado aspiro aromas
de nardo y menta y arrayán.

Están mis ojos titilando
como si fuesen a llorar.

En tus auroras hay el fausto
de la huríes del edén,
diamantería de rocío
sobre las flores del vergel,
oro solar que va crispando
el oro de la mies,
y mariposas y canciones
y frescas risas de mujer.

En tus fragantes mediodías
hay tanta luz, hay tanta luz,
que el alma queda deslumbrada
por la celeste excelsitud,
y al ascender, como en un éxtasis,
hasta esa gran palpitación azul,
siente que al cuerpo en el que mora
le nacen alas de querub.

Con tus ocasos luminosos
nos das la clara sensación
de ir escalando el arcoiris
como en el sueño de Jacob.

¡Tardecita de lluvia loca,
llena de buen olor,
tardecita que iba lavándose
para secarse al sol,
fue aquella en que, embargado por la angustia,
Sucre, te dije: “¡Adiós!”.

Claridad, armonía y tibieza,
dan tus noches embrujo sensual.
hondamente sumidos
en una férvida ansiedad,
en las sombras recatan sus sombras
la dama y el galán.
almas unidas al recuerdo
de una emoción que nunca volverá,
almas entredespiertas al conjuro
de la ternura de un cantar,
siguen soñando y suspirando
por un antiguo amor quizás…

La serenata se deshoja
bajo la luna de cristal
… … … … … … … … … … …
Hoy cumples años, madre mía;
pero en horrenda lid,
vas derramando por la Patria
toda tu sangre juvenil.

Transverberada por la gloria
como el seráfico de Asís,
llevas la cruz en carne viva;
hay cinco llagas sobre ti.

Contigo sufro y seguiré sufriendo
hasta que tu martirio tenga fin.
cuanto más lejos en el tiempo y la distancia,
más cerca estás, más cerca.

viernes, 23 de enero de 2009

Antonio Ávila Jiménez 1898/1958




Antonio Ávila Jiménez (1898-1958). Violinista, diplomático y poeta paceño. Es autor de los poemarios “Cronos” (1939), “Signo” (1942), “Las almas” (1950) y “Poemas” (1957) que le valieron el calificativo de “poeta puro por excelencia”, otorgado por monseñor Quiroz.

“Antonio Ávila Jiménez no necesitaba escribir poemas para ser poeta. Así nos lo demuestra la calidad de su espíritu”, escribió Jaime Sáenz en un retrato en “Vidas y muertes”. Casado en segundas nupcias con Laura Villanueva (Hilda Mundy) fue padre de la poeta Silvia Mercedes.

Escuchando la sobrecogedora obra de Mahler, la canción de la Tierra, el recuerdo de un jardín agreste, al final de Obrajes, acude a mi memoria –con amapolas y girasoles, con un perfume de madreselva, con la diafanidad de Antonio Ávila Jiménez.

Ese sí era un poeta.

La naturaleza, el fuego, los astros y el rayo, el frío y la distancia –todo lo entendía.
Entendía de brujería y de desesperanza; entendía el arte de vivir, y también el arte de morir.

Sabía todo.

Pocas veces se vio espíritu hasta tal punto extraordinario.
Su persona era ya de por sí una atmósfera

–con ojos claros y de mirar profundo.


No había cosa que no le causara honda preocupación.
No había pena ni dolor, ni alegría que no conociera.
Miraba las cosas, y cavilaba. Y con tono patético,

aseguraba que uno enloquecería al sólo percibir el silencio en que sin duda vivía una hormiga –y hablaba largamente sobre las almas, sobre las sombras, sobres las lluvias, sobre el olvido.
Amaba apasionadamente el mundo, por lo mismo que amaba la tierra del altiplano…


(fuente: Saenz, Jaime. Fragmento, de Vidas y muertes)



una vieja canción

oí esta noche,

en un recodo antiguo

de mi mente…

fue en sitio remoto

a la orilla del mar…


Del Libro SIGNO:


I


Dicen que murió en un día
en que el cielo
era azul como el de hoy día

que no fue un día sin número

que salieron diarios;
que lloraron algunos

y que ese día tiene nombre…!

que la sombra del tejado
en aquel día
llegaba en ese instante
al mismo sitio del balcón
que hoy día…


que la leche bullía
y que los niños
comían pan dorado!

¡qué raro que aquel día
No hubiese sido blanco sin pájaros ni dios…!


II


paredes silenciosas
amplias de su recuerdo!

luz del crepúsculo,
hora primera de su presencia…

ya dibujan sus pasos
los senderos se inclinan…

la tarde lleva luto;
los trigales se inclinan;

nostalgias amarillas
suben de los sepulcros

y se acerca la noche
con racimos de angustia…!


III


y se fue con la lluvia…

y se fue con el viento…

y se fue con la luz!

… su espejo familiar

es pupila de muerto!


IV

el día está nublado
la luz en el visillo
es un poema de Verlaine…

vístete con tu traje
de bruma…

me escuchas?

he tocado tus manos
no sé en que lejano pensamiento.

tú vienes cuando llueve…

he visto tu sonrisa
tras las gotas de lluvia…

el día es un poema de Verlaine…


V


morella viene en las noches
de las lámparas azules…!

alta visión de misterio;
cuerpo esbelto de Debussy…

cuando las aves nocturnas callan
morella dice el secreto sin palabras
de las cosas
que serán siempre ignoradas…

es su cintura de luz
anillo de mis vigilias;

es su mirada de sombra
signo abstracto de mis horas…

y sangre de luna tibia
tiene morella en las venas

y cabellera peinada
por dos jóvenes difuntas…

morella viene en las noches
de las lámparas azules…


VI


el silencio es trompo verde
en tu recinto apagado

es mirador de los astros
y cómplice de tus ojos “nocturnos”…

es la pequeña semilla
que germina en la sombra
de tu secreto ignoto
para la luz del alba…

es la pupila atenta
y el violín callado…



VII


los robles centenarios
y los lirios…

el perfume cadáver
de los cirios…

la tenue luz
que hiere la vajilla…

sus párpados cerrados,
el umbral y el silencio…

y estas manos inútiles
que esperan
la mano perfumada
de la raíz profunda…


VIII


con el traje teñido
por vastas lejanías;

con zapato gastado
de zurcir latitudes,

yo sé que en cada puerto
embarcan los recuerdos

fardos que llegarán
en la hora trunca…


IX


he llegado por fin
a tu país de silencio,
de llovizna
y de soles remotos…

he llegado a las puertas
de la palabra sin nombre,
a la vera de tu nombre:
mariposa azul en noche clara!

¿acaso fuimos
algún día de brumas
dos sombras en la pena de los campos?

Di:
¿fuiste tú
O fui tan solo yo…?




plenitud


dicen que en otoño,
las tardes son dulces
como las madres jóvenes;

que hay fragancia
en los campos maduros;
turgencia en los frutos fecundos
Y vino, mucho vino!

yo sólo siento frío
y estoy borracho de vacío…


ser


ser ave; ser vuelo;
ser cuerpo dolido
ser agua y ser cieno

y mar y tormenta
y bosque y llanura
y piedra.

ser orto y simiente
o mejor ser tronco
y savia

y ser luz;
tiniebla que piensa;
secreto guardado
en cofres de sombra:
en tumbas!

ser prana;
ser trigo;
ser dios.



mi país


astas nevadas de ciervo;
montañas: cúspides blancas;
ventiscas de color rosa
en el azul de los campos.

enormes mares de sobra
son las noches estrelladas
y un lente de telescopio
es el lago entre las cumbres.

es mi esencia la conciencia
telúrica de sus campos;
de sus llanos,
de sus horizontes blancos;

de sus palmeras que beben
ansias en copas azules;
del torrente de sus ríos
y el zumo de sus naranjos!

jueves, 22 de enero de 2009

Roberto Echazú 1937/2007






Roberto Echazú. Nació en Tarija en 1937 y falleció en la misma ciudad el pasado domingo 8 de abril. Fue codirector de la revista de cultura Sísifo (Córdoba, Argentina, 1959 – La Paz, Bolivia, 1964). Faja Amarilla de Distinción, otorgada por la Municipalidad de La Paz a su obra Akirame, como la mejor producción literaria del año (1966). En 1984, integró el Jurado del Premio Casa de las Américas. De 1989 a 1992, desempeñó funciones diplomáticas en Cuba. Su nombre figura en Antologías de América. Es autor de un ensayo (Campero Echazú: poeta de la tierra y el árbol, 1977) y de doce libros de poesía: 1879 (1961), Akirame (1966), Provincia del Corazón (1987), Morada del Olvido (1989), Sólo Indigencias (1989), La Sal de la Tierra (1992), Gabriel Sebastián (1994), Humberto Esteban (1994), Camino y Cal (1997), Inscripciones (1997), Umbrales (1998), Memorias cercanas (2000), Memorias Recurrentes (2002), Cercas de Soledad (2003) y Sobre las Hojas del Otoño (2006). Además de una antología publicada por el Instituto de Cooperación Iberoamericana (ICI), Madrid, 1990, que abarca su obra poética hasta 1989. Toda su obra fue reunida asimismo en 2001 en el volumen Poesía completa.

(Fuente, poetas bolivianos del viernes)



FRAGMENTOS DEL LIBRO:


MORADA DEL OLVIDO/1989

Apenas se defiende la memoria
de las oscuras manos del olvido.
QUEVEDO




SANTIAGO CHAMBI


A Silvia Gil



1

Santiago Chanbi
tiene
un reloj
Santiago Chambi
tiene
un anillo
Santiago
tiene
pero no tiene
un país

Santiago
de los caminos:
hemos perdido
leñas
y
crepúsculos
Santiago
de la noche.

2

Santiago Chambi
viene
de Tupiza.
Santiago
desolado
de los valles
y las valijas
Santiago
de nombre
y sin mujer
Santiago
de Tupiza.

3

¡Qué pena
Santiago Chambi
qué pena
tienen
las hierbas
y
qué pena
tiene
tu voz!
Santiago
de los caminos
qué inútil
es toda desgracia

Santiago
eterno
de los Chambis.



ROBERTO MOLINA


¿Qué piensas
Roberto Molina
después
de saberte
compartido
entre
el viento
y
el olvido?

¿Qué piensas
de la incertidumbre
o
qué piensas
de las cosas
que en tus manos
tuvieron
otros hombres?

¿Qué piensas
del día
en que nadie
te arrebato
la muerte
ni tampoco
nadie
se puso
en tu lugar?

Espadas
o
cuchillos
todo es igual
y convergen
siempre
en la brusca
herida
del olvido.


MARIA BLANCA NAVAJAS


¿Qué arpegio
es éste
que con el viento
nombra
su nombre
en el mar?
¿Y
quién soy yo
para delatar
su nombre
si en una copa
cabe
el color
del mar?

Testigos
somos
que el olvido
yace
borroso
en el bronce
como el infame
aliento
de la muerte
en un espejo
o el oscuro
ultraje
de una pena.




SOLO INDIGENCIAS/1989


Yahveh dijo a Caín: (…) vagabundo y errante
serás en la tierra…

Gn. 4.12



I


Sólo
mis ojos
convertidos
en frío
espejo
sin memoria
ni lágrimas.
Huéspedes
llegados
con el polvo
del rencor.
Y escucho
cómo se levantan
arrastrando
mi sombra
codo a codo
hundidos
descendiendo
adictos
bajo
un cegado
sueño.
Y después
-¿qué distantes
fuegos
aún encienden
sus féretros
de odio
soflama
de mi sangre
que hasta
la noche
hiere?
Si –sumido
fuego
de un destino
cruel
que en nada pesa
su viciada
lumbre.
Mientras
con árida
sonrisa
unge
la muerte
mi lengua
de un mortal
desprecio.


II


En vano
ahora estás
lágrimas
si aún la muerte
invalida
tanta herida
que la nombra
-y siempre
todo es sombra
de lástima
y pesares.
¿Y no es caso
el miedo
que me humilla
de frente
y lacra
en mis ojos
su tenaz
desvelo?
¿Cómo prohibir
esta agonía
de entornada
angustia?
Si este
es mi destino
que en su afán
la muerte
mi nombre
sólo encuentre
en todo
su camino.
Mientras
el estigma
del odio
se consume
en mi sangre
-apenas
Cenizas
de una fragua
vacía
que enciende
en mi alma
sus últimos
destellos.


III


Ni la tierra
y su afán
que oscurecen
los signos
del tiempo
pueden todavía
conjurar
tus palabras.
Acaso
si las escuchas
otra vez
volcando
su rencor
en tu alma
-o tal vez
el miedo
o sólo
indigencias
y el derrumbe
de Dios.
Todo queda
al amparo
del odio:
el dolor
-su trajín
de amarguras-
tu misma
muerte.
Y el silencio
sin dogma
del crimen
interminablemente.



HUMBERTO ESTEBAN/1994



I


1

Con una palabra
tuya se acrecentó
el universo

crecieron
las hierbas
en las márgenes
de todos los ríos
del mundo

se abolió
el aprendizaje
de la escritura
en los niños

y todo fue simple
como al principio.


2

Entre

y
yo
creo
que no existe
nada más
que el dibujo
de un niño
con su bandera
-por ejemplo-
O lo que tú quieras
Después
Del azar.


3

Date
la bienvenida
porque
aun siendo otro
eres tú
el que llega
siempre.

Date
la libertad
por que
siendo ella
única
a veces
nos dormimos.


4

Crece
-pero enséñame
Algo
para saber
como lo hiciste.


5

¡Qué hermosa
deberia
ser la vida
para
Humberto Esteban!



II


6

¿Cómo convencerte
que este árbol
no tiene
la idea
de haber
nacido?


7

Tú eres
feliz
por que
Dios
hace
ladrillos
y eres
dichoso
por que
hay ladrillos.


8

Dame
una
estrella
de tu juego:
hay vísperas
en tu alma.

Dame
una
estrella
de tu juego
antiguo
porque
tú originas
el universo.

Orfebre
de piedras.
Labrador
de mundos.


III


9

¿Cómo hablar
de la luz
si son tus ojos
donde veo
mi alma?

10

El viento
sopla
y germina
la tierra
a través
de ti.

Yo
admito
la lluvia

la simiente.


11

Corre
tu risa
tras el sol
y engendras
estrellas
en el cielo.


12

Si el rocío
perfuma
la tierra
junto
al alba
te doy
mi alma.


13

Sólo
señalo
el camino:
no hay recodos
junto
a ti.


14


me dictas
yo escribo:
una mariposa
cuya heredad
trasladaba
en su alas.


15

¿Quién se columpia
en el arcoiris
o qué mariposa
vuela
sobre un río
sin haberlo?


16

Y abres
los ojos
para mirarme.


17

Se abrió
la puerta
del amanecer
y sólo
en la puerta
creció
la luz.

Pero
de ti
dependió
la claridad
del amanecer.


18

Una
mano sabia
te puso
otra
mano sabia
en la frente.

Y recorrimos
juntos
la irresponsabilidad.


19

Me acojo
a la plenitud
de tu inocencia
y
a la barbarie
de tu tristeza.



V


A Edgar Darío Gonzales


20

Se acabó
la luz:
prende
tu alma.


21

Yo sólo
quería
el sol
pero después
vinieron
tus pies.


22

Tienes
la altura
de una montaña
y el crepúsculo
que posee
la noche.


23

Compartimos
una dicha única:
el valor
de haber creado
lo insólito.


24

Aprende
hijo:
la vejez
es el estado de sitio
del alma.



Y SOBRE LAS HOJAS DEL OTOÑO/2006


Y Sobre las hojas del otoño


Sobre
las hojas
del otoño
hicimos
el amor
en
la
soledad
del parque.
La
humedad
de la tierra
perfumaba
su cuerpo
que yacía
desnudo
sobre
las hojas
del otoño.


Bajo los aleros de la noche


El viento
se llevó
el silencio
de la tarde.
Qué solo
me quedé
en la tierra
bajo
los aleros
de la noche.
¿O tal vez soñado?
¿O
tal vez
soñado?



Los primeros pasos del olvido


Tú que sólo
conociste
los gramófonos
y
las tiendas
sin luz
–te contaré
que aquí
en la tierra
las cosas
han cambiado
mucho.
O
quizás
lo sabes
mejor
que yo.
Recuerdo
la juguetería
que salía
de tus manos
y
las aureolas
de plata
que guardabas
en los viejos
baúles:
–depósitos
de Dios
que sólo
tú conocías.
Entre
tus brazos
aprendí
a dar
los primeros
pasos
del olvido