sábado, 21 de marzo de 2009

OSCAR CERRUTO





Nació en La Paz en 1912 y falleció en 1981. Poeta, narrador, periodista y diplomático, es considerado uno de los grandes poetas de Bolivia. Empezó muy temprano como periodista y llegó a ser director de "El Diario".

Trabajó muchos años en Cancillería y fue Embajador en Uruguay en 1965. Durante la Guerra del Chaco se encontraba estudiando en Chile y escribió su novela Aluvión de fuego (1935). Su libro de cuentos Cerco de penumbras (1958) es considerado uno de los mejores. Sus libros de poemas incluyen: Cifra de las Rosas y Siete cantares (1957), Patria de sal cautiva (1958), Estrella segregada (1973), Reverso de la transparencia (1975) y la antología personal Cántico traspasado (1975). En Poesía (1985), publicado por el Instituto de Cooperación Iberoamericana en España, se reunió toda su obra poética. Después de su muerte se editó La muerte mágica (1988), un relato sobre la vida del pintor Cecilio Guzmán de Rojas.


CANTAR


Por entre andariveles
el viento andaba.

También mi corazón.

Por entre andariveles
te soñaba.

Papeles y papeles,
mi corazón.

La luz de los papeles
te nombraba.

También mi corazón.


MIENTRAS DUERMES


Mientras tú duermes
el viento
circula afuera con una espada,
guarda tu casa.

Y allá en su altura
la estrella
con su luz de certeza demarca
los territorios de tu pureza.

El desvelado río
hincha su pecho y canta
asordinado
de goces breves y pesares largos.

Inocente es la luna todavía,
corre por la venida y resplandece,
y asombrada se para
a comprobar que hay otra luna en tu ventana.

La rosa exhala su prestigio intacto
y aunque está sola
en soledad fulgura
y la ancha soledad del carrizal perfuma.

La luz resbala en los dorados ramos
de la noche,
en su rumor agreste
y en el aire que la contiene.

En el patio la fuente sueña
y por la tersa superficie, ausente
al mundo y sus afanes,
cruza tu imagen.

Innumerables, entretanto,
como insectos ardiendo los instantes
caen marchitos,
del árbol de la sombra desprendidos.

La aurora asoma entonces en el cielo,
lavado el rostro,
sonriente,
y al pie del lecho en que duermes se detiene.


CANTAR

La luz en las cortinas
cuelga en tu ausencia.

La luz en los espejos
y en la escalera.

Corre por los pasillos
clareando apenas.

La luz del sentimiento
de puerta en puerta.

Silenciosa espesura
nadie contesta.


CANTAR

Si vas por los limoneros,
detrás irá mi amor.

Cruzarás la cordillera,
yo en pos.

Y al pasar los cafetales,
mi voz.

Y sabrás que el verde verde
Limón.
que se desangra en la rama
soy yo.


CANTAR


El céfiro en los fresnos
lloraba.

Tú en el agua, amor mío,
con anillos de espuma
en el agua.

Si son de compromiso
devuélvelos al río.

Si son de agua, amor mío.

El céfiro en los fresnos
llorando tu desvío.


DE
PATRIA DE SAL CAUTIVA


POÉTICA


No eres sólo el fulgor que sin mesura
estalla, ni su estrépito previsto.
Ni las apelaciones de la esfinge,
o la avidez, o la otra idolatría.
Lúcida sí, flagrante certidumbre,
región de transparencia en la que inmerso
está el tiempo, zumbando, lo que somos,
la boca memorable del augurio.
En un trono de hierro y santidades,
abiertas las heridas, y la flecha
de las perpetuas causas en las sienes,
eres esa palabra no gastada:
amor; una mitad, como la aurora,
en sombra. Otra mitad deslumbramientos.



DE
AQUELLO QUE HA SIDO SIEMPRE


SOLEDAD, UNICA HERENCIA


DEGRADADOS templos
de arena que la noche lame
y el tiempo lame y desintegra
y pacientemente reconstruye
la soledad de nuevo.

Su anillo es infinito y es
consubstancial, quema
mis sienes como un remordimiento.
Con desvelado oficio alumbra
la fuga de mi sangre.

Mi soledad, esposa taciturna
de toda hora o cicatriz que no se borra.
Si sueño que la sueño me embriaga como un vino.

Pero no basta y sólo cuando solos,
Ya redimidos ambos y ordenados,
la imperturbable atmósfera
sin esplendores del enigma
y la ceniza compartamos,
será incesante nuestra alianza.


L A N O C H E


No en silencio, delirante caes
de la inculpable atmósfera
donde los astros mecen sus vacías
aguas. Y tu voz precipitas
de sombra y negaciones
apenas conjurando la gastada
rosa de la calle,
el compromiso del suicida
y ese olor malvado que demarca
sus estragos.
Vicio cambiante,
mano de la depredación.
Si tu capa arrastra resplandores
de polvo, también trae
ráfagas de un azul tembloroso,
y las palabras del alcohol
gesticulantes,
o las mujeres que pasan
haciendo que cambie el color del aire.


DE
POR TANTA ALTURA Y SOLEDADES


PATRIA DE SAL CAUTIVA


Bosque de espumas talado.
mar encontrado y cedido.
Tu caracol rescatado
zumba de nuevo en mi oído.
De nuevo, titán herido.
Pecho de varón, te has dado
A mi fervor, y en el ruido
de tu bronce encadenado
escucho tu voz que canta.
Se amotina tu onda, el viento
colérico se levanta
de tu hondo seno violento.


CANTO A LA HEREDAD ENTRAÑABLE


Si yo mirara al fondo de tus ojos
como se mira el tiempo o los presagios,
como se busca en el destino
las líneas que el agua borra
o el surco de las golondrinas en la niebla,
vería crecer tu inmanencia mojada
por las lluvias
y tus aéreas cornisas, ciudad
traspasada de sueños,
alta de lámparas y campanarios
como flor de ternura,
como rama de espumas, sola
en tu aire cernido,
con las alas forjadas por la muerte
y buitres royéndote el costado.

Así alumbras de piedra en tus moradas
así tu historia corre precipitándose como un río,
corre y suena entre peñascos, entre lágrimas
por la comarca huraña.

(Y siempre es tarde para sus heroísmos)

Flecha húmeda de velocidad y de rocío
suspendida en el viento de las edades
huyes y permaneces bajo las altas torres
mientras caen los días y las noches abjuran
y las catedrales se desgastan por el roce
de los pájaros.

No aspiro a amarte
sino en tu laberinto inmemorial,
no aspiro a revestirte de arambeles lunares,
viendo tu rostro alzado hacia el misterio,
dulcificada la sien
por los alisios de la leyenda.

Ciudad hecha del lujo de la alborada:
trabados mi litigio y tu férula,
tu verdor y mi nombre,
respiramos la misma tempestuosa galerna,
los hálitos que asuelan calladamente el ábside
virtual de tu esplendor,
la gota de desmedro.

Bandera de granito
mordida por los sátrapas de cabezas humeantes
que yacen en el polvo de tu abrupta intemperie
una a una aplastadas
bajo tu píe,
soplando todavía
la ritual cornucopia.

Cofa del mundo, amparo
de los exonerados hijos de la roca
y de su alcurnia de proscritos,
¡sigue ardiendo en tu lengua la tea memorable,
adalid de la furia!
Y con mano abrasiva conduces
investida de vértigos
la cruzada de las manumisiones
y la muchedumbre del trueno.

¡Tú que asumes
ciudad madre mía
y del rayo,
la condición del diamante,
escarchada, purísima campana,
planta de luz andina,
copa de soledad,
apartando tinieblas deja oír siempre el grito
de nuestra angustia,
grita con nuestras voces
de tierra en el destierro de la altura,
híncalo en los ijares del agravio,
para que tu corona primacial recobre
las perdidas estrellas!



DE
LA MUERTE PERMANECE


POCO ANTES NADA, Y POCO
DESPUES HUMO


Ay más que sangre somos
huesos, cal que nos roe
lágrima a lágrima.
Huesos encorvados por el fuego
del orgullo,
astillándose de rencor,
helados.
Tallos voraces, eso somos.
Y así es nuestra férula
ciega
y cae en torno
como gota de plomo.
También caemos,
más abajo caen
nuestros pronombres pedazo a pedazo.
Eso somos,
rescoldos de caducidad,
dioses llameantes , hundidos
hasta el cuello,
y todavía llenos de fiebre y polen.



DE
L A Y



Donde estáis, días en flor, joyas
de claridad, tumultos, ebrias
fulguraciones aurorales.
Dónde, color de dicha, rosa.
Rosa lustral, abierta al puro
cielo del mundo impuro. Dónde
cayó en qué fango tu delicia,
holocausto del desamparo.
Oh solo noche ahora nombra
tu nombre. Sólo nada ahoga
la sonrisa huída, muerta.
Dónde estáis, flechas de alegría,
encendida hermosura, cantos,
promesas, goce. Sólo espuma.



DE
ESTRELLA SEGREGADA



CUYA BOCA ARDIA


Me niego.
Me niego a entrar en el coro
a corear
al perpetrador con sombrero
de probidad
el abogado de la carcoma
el que dicta las normas
y sacude
en la plaza
el árbol del usufructo.



EL POZO VERBAL


Nada se sabe
pero las palabras
se conjuran
hostiles
chillan y se acuchillan
saltan en el aire
lo infestan
movilizan llamaradas
como ráfagas de toros
como tizones vivos
que caldean
la pedana del escándalo.
Una sola palabra
la no pronunciada
porque en ella está
inscrita la dispersión de lo que amas.
Las palabras te ensalzan
te festejan
te miman
te enjoyan
te besan las manos
luego te muerden.
Las palabras te encumbran
te glorifican
te esmaltan con azúcares
te visten de luz
te visten de flores
luego te escupen.
Las palabras te calzan de oro
te coronan con laureles
te reverencian
te abruman de lisonjas
luego te lapidan.
Las palabras te santifican
te cantan alabanzas
te levantan en el aire
¡qué alto vas!
luego te entierran.


RAYO CONTRADICTOR


La poesía
no trasunta el agravio
ni el furor
ni restalla
como una bofetada.
Debiera quemar
debiera disolver.
Sólo publica el desprecio.

No mata pero marca
y es un ácido
o es un revulsivo
o el anillo de brasas
dentro del cual
retuercen su impotencia
los escorpiones
y su agobio.
En ningún caso es una feria.
No cantes
poeta
para el oro
de los estatutarios
los tránsfugas de la balanza
que prevarican con la desdicha
la fuente
de la supervivencia
el tenebroso
que esconde el corazón
y tiembla
cuando truena.

Devuélveles su peste
solo
desde los médanos
arroja el arpa de David
que han convertido
en albergue de ratas
da igual
que hiele
y estés desnudo
si tus manos arden
y tus sienes
y el escozor de tu repulsa
¿qué importa
desafiar al infierno?

Ellos no son la Ley
son su rédito
los turbios
oficiantes del hiperbóreo
confundidos
por que la palabra
desgarrada
estalla en granadas y luces.
O canta.


QUE VAN A DAR A LA NOCHE


Cada uno muere solo
con una rosa en la sien
o pasajero
en un carro de llamas
solo
en ese acto
que nadie comparte
donde cae
la soledad sobre la soledad
y ese silencio
de nieve
por el que van
por el que irán siempre
los incomunicables
prendida
en el pecho
la sentencia de olvido.



DE
LAS INSCRIPCIONES



EL AMOR


Como un vino de guerra la tarde
se nos brinda
y en lo alto canta la alondra.
¿Para qué más?
La alondra en lo alto
y aquí abajo dos copas
colmadas por un vino de guerra.
A qué inquirir sin causa
los números del cielo
si tu piel desafía
su imperio de amapolas
si en la azulada sombra
lecho de amor
tu labio solicita
el sello que devora.
Acerbo el aire pasa
sobre tu vientre sientes
su alado fuego y es mi mano
la que pulsa la dicha
y hace cantar el oro del verano.




DE
LA MANO EN EL DECLADO
(y la otra en los dientes mordida)


Texto para una cantata
en memoria
de Humberto Viscarra



Que pronto he quedado solo,
como un ciego en la tiniebla,
solo,
como esperando a nadie
(que no llega).


¿Pero acaso no estuve
siempre solo en la vida
vanamente esperando esa palabra
que ignoro?


Ni siquiera la lluvia
me hace aquí compañía.
el frío si,
el de siempre,
el frío y la costumbre
fácil de la tristeza.


Parado al borde de mí mismo
a la espera
de una señal, una máscara
(que no llegan)
sabiendo
que el tiempo corre ahora
debajo del tiempo.


Y no hay otra presencia
que las calladas estrellas.

¿Por qué no invitar a la Muerte
a cenar? Buenas noches, señora.
¿Fatigada?
Arduo trabajo el suyo.
¿Le sirvo un poco de cielo?
¿Champaña, rosas,
luz lunar?


Comprendo que la irriten
las flores
¿Para qué flores
si, de algún modo,
allí donde usted llega
provoca tumultos
de pesados aromas
que su implacable
helada mano
casi en seguida
pudre?


Tal vez pueda ofrecerle
mi corazón, señora,
o mi alma, si la vida,
la horrible vida
algo ha dejado.


No pedí nada,
quise muy poco
les di mi vida
y eso era poco.


Pero también pude ver
que no toda soberbia
es victoria,
y que en el canto
canta el espíritu
con lengua
más que el bronce.


Sólo quería que caigan
la falsía y la ficción
y entrara el mar,
el ancho mar,
ya libre
de su cansado batallar,
en todo corazón
vejado.


Ah pero el arte es largo, largo,
La vida corta,
¿no es verdad, viejo Machado?,
“y a nadie al final le importa”.


Una copa.
¿La vida es otra cosa
que una copa?
Que siempre está colmada,
que siempre está vacía.
una copa que ríe,
una copa que llora.


¿No bebe usted, señora
Muerte?
¿No la tienta el demonio?
una copa
y el mundo,
el pobre, pobre mundo,
idiota mundo idiota,
se borra como un sueño.


Una copa de tedio
o una copa de sueños.


Quería que el sol
para todos se abriera
como un árbol
de prodigio.
que para mí se cierre
a mí solo me incumbe
y no interesa.


Doble desgracia
haber nacido
bajo este sol
y ser artista.
una mano posada en el teclado
y otra en los dientes
mordida.


(Pobre país
o pobre yo,
todos nosotros,
en este inmenso
país tan nuestro
y tan ajeno.)


¿Por qué no fui árbol,
por qué no nube
o espuma acaso?
fui hombre
y me olvidaron,
y luego me borraron.
¿O yo los ignoré
y así los expulsé
del mundo?


Pobres todos nosotros.


Ahora todo ha callado.
La muerte cerró la puerta
y estoy de nuevo solo.


Las plazas y las calles,
la oscura calle sola.
El piano, la mesa,
mis bufandas.


Solo con lo dicho,
lo que dejo dicho
como herencia atareada
y fugaz.


¿O ha sido todo un sueño,
una centella irreal
que la Muerte sostiene entre los dedos,
nada más?

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